– Si había al menos un niño en el patio, Krzyś no podía entrar. Se tumbaba y gritaba”, dice la madre de Krzyś, de 8 años, que padece autismo. Al cabo de unos años, descubrió un método que le permitía tener un contacto real con su hijo.

– Cuando una persona oye el diagnóstico de autismo, empieza a buscar información con nerviosismo. Resulta que el problema es mayor de lo que se sospecha. A menudo el niño no puede ir a la guardería y uno de los padres tiene que dejar de trabajar. En aquel momento no me di cuenta, pero hoy sé que un padre así también necesita apoyo psicológico. Recuerdo que lo único que podía hacer era quedarme quieta en la cama con mi hijo”, recuerda Katarzyna Śledziewska, la madre de Krzysiek.

Los primeros síntomas del autismo

– El autismo es un gran saco, un espectro de trastornos que incluye desde casos con síntomas leves hasta los más profundos y graves. La enfermedad se diagnostica en niños con discapacidades mentales y en aquellos con habilidades académicas muy desarrolladas, dice Maria Dąbrowska-Jędral, médico especialista en autismo.

Los primeros síntomas del autismo aparecen muy pronto, a menudo ya en bebés de varios meses, pero son más visibles antes de los 3 años. – Hasta los dos años, no veía nada sospechoso en el desarrollo de mi hijo, algunas habilidades me desconcertaban y daban la impresión de que se estaba convirtiendo en un pequeño genio algo cerrado. Luego aparecieron algunos comportamientos inquietantes y la falta de reacción incluso a órdenes sencillas o a su propio nombre. Cuando Krzyś tenía tres años fuimos a un picnic en Pola Mokotowskie. Se repartieron globos, que los niños golpearon para divertirse haciendo un ruido terrible. Krzyś no parecía oír nada. No giró la cabeza, lo que normalmente hacemos como un reflejo. Luego se puso cada vez peor. Empezó a ponerse histérico en presencia de otras personas, incluso de sus hermanos. Reorganizamos el piso para que tuviera su propia habitación, donde sus hermanos no pudieran entrar -recuerda la madre de Krzysiek.

Comportamiento autista

El autismo provoca un deterioro de las relaciones sociales. Los niños autistas no suelen establecer contacto visual con otras personas, por ejemplo, o éste es muy breve. El niño enfermo prefiere pasar el tiempo solo. – A veces tenía la impresión de que no me veía ni me oía. Le sonreía, le decía algo y no reaccionaba en absoluto”, recuerda Catherine. – Podía lavarle, vestirle y darle de comer, pero no podía jugar con él. No cogía una pelota lanzada ni la tiraba”, añade.

Los niños autistas también tienen dificultades para cumplir las normas sociales por falta de comprensión. Muchos de ellos no obedecen las instrucciones. Además, se producen a menudo trastornos de conducta: si se coloca a un niño en una situación nueva e incierta para él, puede reaccionar de forma esquemática, por ejemplo, queriendo huir, con un ataque de ira, repitiendo ciertas frases, por ejemplo, esto es una estupidez, o empezando a hacer movimientos repetitivos, murmurando, hablando solo, etc. Algunos niños rechazan el reto, por ejemplo, tumbándose o oponiendo alguna otra forma de resistencia, incluso golpeando a la otra persona. La variedad de comportamientos es bastante grande, dice el Dr. Jędral. – Recuerdo que si había al menos un niño en el patio, Krzyś no podía entrar. Se tumbaba y gritaba”, recuerda Katarzyna. Cuenta que entrar en una tienda o en otro lugar público le provocaba un ataque de histeria al que nadie podía hacer frente. En esa situación, el padre se siente impotente e incompetente. En consecuencia, deja de visitar a los familiares y amigos y se concentra en sobrevivir sin bronca durante el resto del día. – De este modo, el niño se ve privado de ciertas experiencias que condicionan su desarrollo. Es como querer conocer una ciudad paseando todos los días por la misma carretera”, explica el Dr. Jędral.

Los niños autistas también suelen caracterizarse por la falta de espontaneidad o inventiva en el juego, no proponen actividades ni inventan juegos. – Los niños con autismo no suelen jugar con juguetes. Dan vueltas en círculo, se balancean, alinean sus juguetes y este es su entretenimiento. Tampoco son capaces de jugar simbólicamente, como por ejemplo utilizar un oso de peluche para jugar a Winnie the Pooh, explica Catherine.

Terapia para el autismo

– No existe un “patrón oro” en la terapia del autismo, al igual que no hay un método de trabajo ideal, dice María Jędral. Depende mucho del nivel de funcionamiento del niño, de las expectativas de los padres y de sus capacidades. El más conocido y descrito es el método de análisis de conducta aplicado, también conocido como conductual. – Es una herramienta muy eficaz para enseñar muchas habilidades necesarias. La competencia se adquiere en el niño a través del entrenamiento mediante un sistema de premios y a veces de castigos, explica el médico. Sin embargo, el método tiene algunos inconvenientes. – Después de trabajar con él durante unos años, me di cuenta de que no tocaba el núcleo del autismo, es decir, el problema de las habilidades sociales. Tenía la impresión de que esta terapia estaba convirtiendo a mi hijo en un robot”, recuerda Catherine. Las técnicas conductuales conducen al aprendizaje de hábitos y formas de comportamiento indirectamente adecuadas. El niño progresa en la educación, aprende a ser independiente y se somete a un entrenamiento de limpieza. Sin embargo, con los procedimientos conductuales es imposible enseñar al niño a compartir lo que ve, lo que siente. El propio contacto visual que se enseña con los procedimientos conductuales es “antinatural”. – Qué importaba que Christopher estuviera aprendiendo a reconocer animales, plantas, etc., cuando seguía sin prestar atención cuando le mostraba los distintos animales del zoo. No se interesaba por mí ni por lo que decía”, dice la madre de Krzyś. – Tampoco podía aceptar que mi papel de madre se redujera a terapeuta, conductora, alimentadora y durmiente. Tenía la sensación de que no le estaba dando nada de mí como madre. Estaba al lado, pero no en su vida. No estaba ejerciendo de madre, sino organizando la terapia. Me molestaba cuando se acercaban las vacaciones, porque eso significaba que no habría actividades para Christopher. Tampoco me gustaban los domingos. Este tiempo libre para Krzys era tiempo perdido para mí, porque él no aprendía. Esto me hizo adicta a los terapeutas, a las consultas, a las clases de Krzys, a sus programas”, añade.

Efectos de la terapia para el autismo

– Han cambiado muchas cosas. Ya no recuerdo lo que es un ataque de agresión. Tengo contacto con el niño. Cuando entramos en un lugar nuevo, nos mira y busca información. Quiere ayudarme en la cocina, palea la nieve con nosotros”, dice Kasia. Añade que antes de la terapia de RDI, Krzyś no “entraba” en ningún juego con ella. – Cuando le proponía algo, gritaba “no quiero”. Ahora está dispuesto a casi todo. Puedo inventarme lo que quiera y Krzyś juega conmigo”, dice. – Llevamos una vida bastante “normal”, dentro de lo que cabe con tres hijos. Pasamos tiempo juntos en las vacaciones, recorriendo Europa, esquiando o en la playa. No nos supone ningún problema visitar una ciudad medieval con las multitudes de turistas o divertirnos en el Aquapark. Vamos con los niños al cine, a los parques infantiles o hacemos excursiones en bicicleta. Krzyś monta en bicicleta, esquía y patina. Intenta aprender a jugar al tenis. Ha aprendido a escribir, leer, sumar y restar. Está en la primera clase del SP. Soy consciente de que el trastorno de Christopher es grave y, a pesar del trabajo intensivo, aún nos queda mucho por hacer. Para mí, lo más importante es que sé qué hay que trabajar, que tengo un plan… – dice Kasia.


Fuente:

  • https://www.medonet.pl/magazyny/autyzm,autyzm—objawy–terapia,artykul,1637851.html